¡Que repugnancia me provocaba su expresión!
-Siéntese cómodo amigo, ¡Amatullah, sírvanos!
Me entumecí de forma honda y notoria, me
reduje a nada de forma doliente me sentí ridículo de forma colérica quebrajoso y
desteñido, me sentí plañidero y torpe, horrible. Aspaviento y espanto
destacaban ingratamente. Ella servia el té con velo y la parte de su cara que
se dejaba ver estaba entera magullada, sus manos estaban quebradas y sus ojos
esa mirada tan arrebatadora partida y muerta en ella, aunque yo veía aun en la
oscuridad el brillo, la chispa. No me había visto aun así que yo hice chocar
las tazas para que el ruido la atrajese pero parecía muerta en vis mis lagrimas
comenzaban a brotar pero yo no quise, la puse una zancadilla disimulada y esta
con mirada reticente me dirigió las vista y sus ojos de gato se abrieron como
platos y ella se escandalizó silenciosamente con las palmas de las manos quemando
la bandeja y cierta alegría que yo se que en realidad tenia de verme y que hacia
que mereciese a pena el simple echo de presentarme ne Kabul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario