lunes, 4 de noviembre de 2013

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  ¡Que repugnancia me provocaba su expresión!
  -Siéntese cómodo amigo, ¡Amatullah, sírvanos!
  Me entumecí de forma honda y notoria, me reduje a nada de forma doliente  me sentí ridículo de forma colérica  quebrajoso y desteñido, me sentí plañidero y torpe, horrible. Aspaviento y espanto destacaban ingratamente. Ella servia el té con velo y la parte de su cara que se dejaba ver estaba entera magullada, sus manos estaban quebradas y sus ojos  esa mirada tan arrebatadora partida y muerta en ella, aunque yo veía aun en la oscuridad el brillo, la chispa. No me había visto aun así que yo hice chocar las tazas para que el ruido la atrajese pero parecía muerta en vis mis lagrimas comenzaban a brotar pero yo no quise, la puse una zancadilla disimulada y esta con mirada reticente me dirigió las vista y sus ojos de gato se abrieron como platos y ella se escandalizó silenciosamente con las palmas de las manos quemando la bandeja y cierta alegría que yo se que en realidad tenia de verme y que hacia que mereciese a pena el simple echo de presentarme ne Kabul.

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